BUBONIS

BUBONIS

domingo, 25 de septiembre de 2011

UN BESO ANTES DE DESAYUNAR

Un beso volador y alegre recorre la ciudad....





De Raquel Díaz Reguera, ilustradora y escritora.

http://raqueldr.blogspot.com

UNO CRECE





Sin que un trabajo salga mal hecho,

Imposible atravesar la vida…
Sin que una amistad cause decepción,
Sin padecer algún quebranto de salud,
Sin que nadie de la familia fallezca,
Sin que un amor nos abandone…
Sin equivocarse en un negocio.
Ese es el costo de vivir.
Sin embargo lo importante no es lo que suceda, sino como reaccionamos nosotros…
Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes, vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar.
Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe.
Uno crece al aceptar la realidad y al tener el aplomo de vivirla.
Crece cuando acepta su destino, y tiene voluntad de trabajar para cambiarlo.
Uno crece asimilando y aprendiendo de lo que deja detrás… construyendo y proyectando lo que tiene por delante.
Crece cuando se supera, se valora, y da frutos.
Cuando abre camino dejando huellas, asimilando experiencias…
¡Y siembra raíces!
Uno crece cuando se impone metas, sin importarle comentarios negativos, ni prejuicios, cuando da ejemplos sin importarle burlas, ni desdenes… cuando se es fuerte por carácter, sostenido por formación, sensible por temperamento… ¡Y humano por nacimiento!..
Cuando enfrenta el invierno aunque pierda las hojas, recoge flores aunque tengan espinas y marca camino aunque se levante el polvo.
Uno crece ayudando a sus semejantes, conociéndose a sí mismo y dándole a la vida más de lo que recibe….
Uno crece cuando se planta para no retroceder… cuando se defiende como águila para no dejar de volar…
Cuando se clava como ancla en el mar y se ilumina como estrella.
Entonces… Uno Crece
Autor desconocido

LA CEREMONIA DEL TÉ DE LAS CINCO DE LA TARDE



servicio de té
Para los británicos el té, al igual que ocurre en China y Japón, es servido como parte de un ritual no tan rígido como en oriente, pero que debe seguir sus pasos. La ceremonia del té de las cinco, seguida puntualmente por millones de ingleses, es una costumbre muy asentada desde que descubrieron las virtudes de algunos de los mejores tés del mundo, cultivados en las montañas húmedas del norte de la India, la “joya” de la corona.
Lo primero, por supuesto, es adquirir un buen té inglés, de buena calidad. Normalmente se trata de tés negros fermentados procedentes de las mejores zonas productoras del mundo, situadas en las montañas del norte de la India y la actual Sri Lanka. Hojas recolectadas a mano, secadas y fermentadas de forma natural. Hoy día es fácil encontrar buenos tés en cualquier lugar, pero siempre hay que asegurarse de que se haya conservado correctamente.
Olvidemos las bolsitas de té, que han triunfado comercialmente por su comodidad, pero que están hechas con los restos pulverizados de las hojas que no se pueden utilizar en otras presentaciones. Por tanto, de inferior calidad. Lo segundo es disponer de una buena tetera, las mejores son de loza vidriada, con un grosor adecuado para mantener la temperatura. Es preferible que sean bajas y anchas, para que en el interior el movimiento de las hojas de té sea el correcto.
Por efecto del calor, las hojas de té adoptaran en el interior de la tetera un movimiento circular, porefecto de la convección. El agua de la parte superior, al enfriarse, bajará, dejando paso al agua más caliente de la parte inferior, arrastrando en su movimiento a las hojas de té. Por esto mismo no es necesario remover el té durante el tiempo de infusión.
convección en tetera
Primer paso: Calentar el agua.
Llena la tetera con el número de tazas de agua que queramos obtener. Usa para medir las tazas de té, que son más pequeñas que las de café. Si el agua del grifo tiene mucho cloro o sabor mejor utilizar agua mineral. Pasa el agua a un hervidor eléctrico o a un cazo al fuego y deja calentar hasta que empiece a hervir.
Segundo paso: Calentar la tetera.
Llena la tetera con el agua hirviendo, tapa y deja un minuto, para que la loza se caliente y así mantenga mejor el calor durante la infusión posterior. Vierte el agua de nuevo en el hervidor o cazo y deja calentar de nuevo.
Tercer paso: Añadir el té en hojas a la tetera.
Normalmente se añade una cucharadita, de las de té, muy pequeñas, sin colmar, de hojas de té negro por cada taza que hemos medido en el primer paso, más una cucharadita extra “para la tetera”, sea cual sea el número de tazas. Tapa y deja reposar mientras el agua se calienta de nuevo, así las hojas se van abriendo y absorbiendo la humedad que hay en el interior de la tetera caliente.
Cuarto paso: Calentar el agua de nuevo.
Vuelve a calentar el agua hasta que rompa a hervir. Cuenta un minuto desde que rompe el hervor y vierte dentro de la tetera. Los puristas dicen que la temperatura ideal debe ser inferior a los 100º, en torno a 80-90º. Por eso nunca se debería hervir el té directamente en el agua, sólo infusionarlo.
Quinto paso: La infusión.
Una vez añadido el agua, rápidamente removemos unos segundos con una cucharilla y tapamos lo antes posible. Hay amas de casa que para mantener el calor tapan además la tetera con una funda de tela acolchada. Ahora, sin mover de su sitio, dejamos reposar durante al menos 5 minutos, para un té más suave, o 10 minutos si nos gusta más fuerte.
Sexto paso: Servir el té.
Una vez ha reposado se sirve directamente en las tazas. La costumbre, si se quiere añadir leche o crema de leche, es servirla antes del té en la misma taza. Al verter el té caliente sobre la leche la mezcla es inmediata y no hay que remover
.

sábado, 24 de septiembre de 2011

DICCIONARIO NOCTURNO Y FANTÁSTICO


Viernes 23 de septiembre de 2011 




Libros y autores

Además de un nuevo libro de poemas,María Negroni publica Pequeño mundo ilustrado, volumen en que recupera sus obsesiones más tenaces: logótico, las colecciones, la miniatura
Por Pedro B. Rey  | LA NACION


Hace años que María Negroni vive en Nueva York, donde enseña literatura latinoamericana en el Sarah Lawrence College. En el microcentro porteño conserva, sin embargo, un pequeño departamento que condensa una justicia poética doble. Por un lado, sus espacios diminutos, con algo de fábula infantil, hacen eco a su interés, reflejado en sus ensayos, por las formas y objetos de dimensiones mínimas. Por otro, el departamento fue propiedad de otro poeta. Al momento de escriturarlo, en los años noventa, la escritora descubrió que en él vivió buena parte de su vida Alberto Girri.
Negroni acaba de publicar un libro de poemas, Cantar la nada , y Pequeño mundo ilustrado , diccionario de pasiones e intereses personales en que los temas, diversos, van formando una suerte de red psicogeográfica. "Todo catálogo es una máquina para atrapar la realidad", se lee en una de las entradas, y la realidad que surge de los textos breves que componen este volumen es fantasmal, pero también precisa. Bibliotecas, juguetes, muñecas mecánicas, dioramas y exposiciones universales coinciden en plano de igualdad con Casanova, E.T.A. Hoffmann, Freud (como coleccionista), el pintor Oskar Kokoschka, la película La noche del cazador o Clemente Onelli, histórico director del zoológico porteño. También, con naturalidad, Philip K. Dick y la banda alemana Kraftwerk.
-En su primera línea, Pequeño mundo ilustrado sostiene su condición autobiográfica. ¿En qué sentido puede ser definido como autobiográfico un libro que no contempla ninguna anécdota personal?
-Escribí esa frase con ánimo provocador. Pero, en cierto sentido, es verdad. Se trata de un libro descaradamente personal, arbitrario, monotemático, que no pide ningún permiso para armar un catálogo de obsesiones y afinidades. Y después, lo exhibe en una vitrina para que el lector lo espíe como si fuera una biblioteca secreta. En literatura, por lo demás, todo siempre es autobiográfico, empezando por la imaginación.
-Las entradas parecen dictadas por el capricho. Sin embargo, la cartografía que forman es férrea y coherente. ¿Hubo una guía predeterminada de temas? ¿O cuajaron temas inesperados?
-La idea inicial surgió del Buenos Aires Tour , un libro que hice, algunos unos años atrás, con Jorge Macchi. En esa oportunidad, escribí un texto inspirado en un cuaderno-diccionario que encontramos tirado en la calle, donde definía 27 palabras que, después descubrí, eran mis palabras más importantes. Entonces pensé que podía ampliar la lista. Por suerte, las obsesiones son fieles y además funcionan como imanes. Una cosa trae la otra y, así, lo que se arma suele tener un orden secreto que excede, muchas veces, el libro mismo. En este caso, Pequeño mundo ilustrado forma una trilogía con dos libros anteriores, Museo negro Galería fantástica . En los tres, hay temas que recurren: la relación entre el arte y la vida, la escritura y el crimen, la sexualidad y la muerte, la infancia y la noche. Un poco a la manera curiosa de la muchacha que va abriendo las puertas prohibidas del castillo de Barba Azul, los tres textos insisten en conquistar un sentido incompleto, y peligroso, de las cosas.
-¿De dónde viene ese interés ensayístico por el gótico y la literatura fantástica que, curiosamente, no figura de manera flagrante en tus libros de poesía?
-Algunas personas creen que mi interés por la literatura gótica y el fantástico proviene de mi gusto por los vampiros y los castillos, lo cual es cierto pero insuficiente. En realidad, esa producción permite mostrar -mejor que ninguna otra, me parece- algunos modos, más bien extremos, de oposición al orden de la razón y la luz. No me interesan, quiero decir, los aspectos decorativos del género sino los puntos que unen el impulso gótico y la pulsión riesgosísima de escribir. Históricamente, se sabe, el primero abrió una grieta en el costado del iluminismo. La poesía, por su parte, funda su casa en una herida: señala una falla, se vuelve conciencia finísima de una insuficiencia y recuerda, una y otra vez, el carácter no domesticable del deseo.
-La literatura argentina figura de una manera oblicua, principalmente Bioy Casares.
-Sí, Bioy Casares. Pero están también Borges, y Silvina Ocampo, y Dabove, y Lugones, entre otros. A mí me parece que el fantástico es importante, además, porque abre otras coordenadas de influencia y de lectura, a la vez excéntricas y menos solipsistas. Es famoso el gesto de apertura que instauró la antología de literatura fantástica compilada por Borges, Ocampo y Bioy, pero no menos importantes son las reelaboraciones que hicieron los hermanos Quay o Resnais de La invención de Morel , Bertolucci del "Tema del traidor y del héroe" de Borges y Antonioni de "Las babas del diablo" de Cortázar. En el fantástico, la literatura argentina se posiciona de otra manera en el campo cultural, dando cabida a textos descentrados que no suelen figurar en los cánones -ni siquiera en los cánones "malditos"- del mercado.
-Entre gabinetes de curiosidades, maniquíes, autómatas figura repetidamente la invocación de lo arcaico. ¿A qué apunta exactamente el término en este caso?
-Lo arcaico, tal como lo concibo, apunta al espacio de lo pre-simbólico, es decir, a ese acervo, más sonoro que visual, más lúdico que lúcido, que está hecho de canciones de cuna y cuentos de hadas, de ritmos maternos y respiración interior. Los poemas, dicho sea de paso, provienen del mismo lugar. La colección -que, junto a la figura del doble, constituyen los ejes de Pequeño mundo ilustrado tiene que ver con el deseo arcaico de dominar el caos. Siempre me pareció maravilloso que las cosas más chiquitas sean las que contienen más promesa de infinito. En un momento, menciono un relato del Wilhelm Meister de Goethe, en el que un viajero se enamora de una chica que nunca se separa de una caja con forma de ataúd, que lleva consigo a todos lados. Y he aquí que, cuando se revela el misterio, resulta que la caja contenía ¡un reino en miniatura! También el poema es un reino en miniatura. En cuanto a la colección, posee una virtud: siempre es incompleta. Igual que el poema, sabe que verdad y totalidad se excluyen o, lo que es igual, que cualquier tentativa de totalidad implica una derrota de lo poético.
-Quizá por eso inevitablemente figuran en las páginas de Pequeño Mundo? diversos miniaturistas excelsos. Walter Benjamin, entre ellos. ¿La brevedad de los textos juega con la miniatura como género literario?
-Sí, estas entradas juegan, de algún modo, a imitar el Lo sé todo o las páginas del Billiken o el Libro de oro de los niños . No son exhaustivas. Benjamin es, por supuesto, una referencia. También él amaba los juguetes y sometió todo lo que amaba a la manía de la lista y la acumulación, menos arbitraria que onírica. Sus laberintos textuales pueden leerse como zonas imaginarias de pertenencia donde se aglomeran, de un modo azaroso, placentero y solitario, ideas y fantasmas de su desarraigo.
-Los artistas son una clave recurrente de este mapamundi imaginario. Joseph Cornell, por ejemplo, es definido como un "exiliado de la infancia". ¿Por qué ese interés por las artes visuales?
-Joseph Cornell es uno de los artistas que más admiro. Vivía en la avenida Utopia de Queens, con su madre y un hermano paralítico. Sus biógrafos afirman que todos los días salía a buscar cachivaches por la calle 14. Lo hacía con saña, sin distraerse, como quien sale a cazar restos oxidados de su propia psiquis o, acaso, a robar, afuera, recuerdos que tiene adentro. Al margen de Cornell, las artes visuales me interesan porque, en ellas, la mímesis (que puede ser eficiente) suele revelar, tarde o temprano, el carácter ilusorio de la representación. La función de "doble" de lo representado -de monumento o muñeco o golem artificialmente dotado de "vida"- se hace evidente ya desde la época de las linternas mágicas, los panoramas, los dioramas. Todas estas invenciones "tecnológicas" no han hecho otra cosa que proyectar el doble afuera. El cine puede verse, en este sentido, como la versión contemporánea del autómata.
-Hace años que vivís en Nueva York. ¿Qué marca deja esa experiencia en tu literatura?
-La ciudad ha sido siempre para los artistas (al menos, desde los tiempos de Baudelaire) una usina para la imaginación. Esa función la cumplió, para mí, Nueva York. Wim Wenders dijo una vez que vivir en Nueva York le había proporcionado una segunda infancia. Me identifico totalmente con esa declaración. La energía fabulosa de Manhattan, sumada a su propensión a las anomalías, la multiplicidad y la incerteza, la vuelve un sitio privilegiado para el vértigo. Los personajes que aparecen en mi libro son, quizá por eso, tristemente felices: un puñado de huérfanos o "desmarcados" o marginales que se enorgullecen del desarraigo y lo yerguen como estética.
-Al mismo tiempo acaba de publicarse Cantar la nada , un nuevo libro de poemas. Es, como todos los tuyos, muy diferente a los demás.
-¡Ah! De los libros de poesía mejor no hablar. El poema es una especie de enigma que quiere seguir siendo enigma, ¿no?
PEQUEÑO MUNDO ILUSTRADO 
Por María Negroni

CUANDO ALGUIEN ME AMABA

De la película "Toy Story"

NO HAY SALIDA

De la película "Tierra de Osos" de Disney, basada en una leyenda de los indios del norte de Canadá, se extrae este fragmento . Uno de los momentos más profundos del film, cuando el pequeño se entera de la verdad. Por él no pasan ni la desconfianza futura ni el enojo. Por él sólo pasa el desconcierto y la tristeza.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

THIS GUY'S IN LOVE WITH YOU

Herb Alpert

Herb Alpert es uno de los músicos instrumentales más importantes en la historia del pop. Trompetista por definición, ha sido también un empresario exitoso en la industria fundando con Jerry Moss el sello grabador A&M, el sello independiente que más artistas llegó a tener y que mayores ganancias produjo en la historia.
Nacido el 31 de marzo de 1935 en Los Ángeles, Alpert empezó a tocar la trompeta a los ocho años y amenizaba los bailes de adolescentes. En 1955 después de haber salido de la secundaria se enlistó en la marina donde se presentaba en todas las ceremonias militares. Después de haber prestado servicio intentó iniciarse como actor, pero rápidamente regresó a la música. Al mismo tiempo entró la universidad en donde se integró a la banda.
Sus primeros discos salieron bajo el sello RCA y con el nombre de Dore Alpert. Junto a Lou Adler, Alpert escribió varios de los éxitos de Sam Cooke incluido la memorable “Woderful World” y “Only Sixteen”. Bajo el nombre de Dante & the Evergreens él y Adler grabaron una versión de “Alley Oop” original de los Hollywood Argyles. También produjo algunos sencillos para el duo Jan & Dean.
De allí en más no paró de producir discos, bandas y productoras.

Este video, una joya...








¡FELIZ PRIMAVERA!

Cuadros de Flores al Oleo

Flores para soñar, óleo.

Flores del Tuyu.

Flores

Flores rojas



Flores de colores

Flores

Florecer

Flor de Pascua

AIR FRANCE - EL VUELO

EL GATO NEGRO - BAR NOTABLE









Fotos de Franklin H. Romero

En 1927,  el aventurero español Victoriano López Robredo, que había contraído matrimonio con una argentina, abrió un negocio de especias al que llamó La Martinica en la entonces angosta calle Corrientes,  al 1600. Al año siguiente decidió trasladarse a un local más amplio al que llamó El Gato Negro en el 1669 de la misma calle, entre las calles Montevideo y Rodríguez Peña, que es donde se encuentra actualmente. Victoriano había vivido a lo largo de cuarenta años en Ceylán, en Singapur  y las Filipinas,  como empleado de una empresa británica que viajaba por Malasia y Manchuria, realizando aquella travesía de once días en el Transiberiano.
En uno esos viajes se le ocurrió utilizar el símbolo del gato sentado con su moño rojo que estaba impreso en el menú del coche comedor. Según Benito Ferreiro, uno de sus primeros empleados, también español: El Gato Negro, era un famoso café romántico de Madrid, que quedaba en la calle de Alcalá y era frecuentado por Jacinto Benavente. Durante muchos años era característico ver en la vitrina un tranquilo gato negro con moño, como el que se muestra en su logo.

Su reputación y su clientela son internacionales. Algunos fieles clientes de la casa fueron los hermanos Castillo, el doctor: Ramón Cárcano, Canaro, Pedrito Cuartucci, Paulina Singermán y Alfredo Palacios (debe tenerse en cuenta que la tienda queda en la zona de teatros de Buenos Aires, y una de las más turísticas de la ciudad).
En 1969, el hijo de Victoriano, Benigno Andrés López Robredo, abandonó su carrera de ingeniero industrial y dedicó gran parte de su tiempo al estudio de las especias y al desarrollo de las diferentes combinaciones y mezclas cuyas fórmulas, mantiene la casa en secreto.
Actualmente su dueño es Jorge Crespo, nieto del mencionado fundador López Robredo, quien en 1997 decidió poner mesas para los curiosos que iban a ver cómo se molía el café.
Ha sido declarado patrimonio histórico por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y pertenece al selecto grupo de "Bares Notables" de Buenos Aires, por ser uno de los más representativos de la misma.
Famosa en Buenos Aires por sus especias, cafés y tés,  la casa mantiene intacto el estilo de un almacén elegante: mostradores y vitrinas de roble y fresno Italiano, arañas holandesas de bronce, sillas Thonet, expertos y amables vendedores. En el interior de la tienda, que está invadido por un cautivante aroma, se exhiben para la venta semillas y hierbas aromáticas, condimentos, sales dietéticas, especias en frascos y especieros de porcelana y una selección de chocolates, salsas, frutas glaceadas y pescados envasados. También tés y cafés exóticos que son tostados artesanalmente en el mismo local y con la misma tostadora de la época de origen del almacén y pueden ser tomados en cualquiera de sus pequeñas y redondas mesas de madera acompañado de algo dulce.
En el primer piso posee un salón en el que se pueden comer una variedad de platos de autor, como filet de abadejo en fondue de cebolla, risotto al azafrán con camarones y pastas caseras o importadas de Italia. También suelen ofrecerse en él espectáculos unipersonales o shows musicales intimistas de jazz o de tango.

domingo, 18 de septiembre de 2011

EL JUEGO DE LAS FORMAS

Anthony Browne (Sheffield, Inglaterra, 1946) es uno de los creadores de libros álbum más importante en todo el mundo. Desde 1976 ha publicado más de cincuenta libros, que fueron traducidos a muchos idiomas. Sus atractivos y sugerentes libros tienen un complejo entramado visual, y el interjuego que se da entre el lenguaje visual y el textual permite a los lectores construir múltiples sentidos.




LA  MAGIA DE MIRAR


Los libros álbum se caracterizan por el predominio de la imagen sobre el texto, que suele ser escaso y en algunos casos hasta nulo. El género de la literatura infantil y juvenil más experimental de la actualidad. Su doble naturaleza “exige” la apertura hacia formas de lectura que trascienden al texto verbal, haciendo posible su conexión con otros lenguajes vinculados a la imagen: plástica, cine, publicidad, fotografía, historieta.
LA  MAGIA DE MIRAR

Libros par
Libros para mirar, libros para soñar, libros para  viajar. Los denominados libros “álbum” marcan un nuevo estilo de literatura que robó el corazón de niños y adultos. Al mirar las páginas de estas obras de arte, se siente el deseo de hacer un cuadro con cada una de ellas.
a mirar, libros para soñar, libros para  viajar. Los denominados libros “álbum” marcan un nuevo estilo de literatura que robó el corazón de niños y adultos. Al mirar las páginas de estas obras de arte, se siente el deseo de hacer un cuadro con cada una de ellas.
Los libros álbum se caracterizan por el predominio de la imagen sobre el texto, que suele ser escaso y en algunos casos hasta nulo. El género de la literatura infantil y juvenil más experimental de la actualidad. Su doble naturaleza “exige” la apertura hacia formas de lectura que trascienden al texto verbal, haciendo posible su conexión con otros lenguajes vinculados a la imagen: plástica, cine, publicidad, fotografía, historieta.

NEI TUOI OCCHI

Yanni - Nei Tuoi Occhi featuring Nathan & Chloe Lowery

DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS




Sendak, hijo de una familia judía de origen polaco, tuvo una infancia enfermiza. Según ha contado el autor, decidió que sería ilustrador por influencia de la película "Fantasía", de Disney.
Su obra más conocida es el álbum Donde viven los monstruos, publicado originalmente en 1963 y que sigue siendo un éxito de ventas en todo el mundo. Sus imágenes son de gran riqueza visual y poder narrativo, y la obra tiene numerosas implicaciones, adentrándose en el territorio de la dominación, la libertad, los deseos, la oscuridad, los sueños, los sueños prohibidos y las pesadillas. En este sentido, no es un autor fácil ni ha sido siempre bien aceptado por el público adulto. 



Los niños, me consta, desgastan los ejemplares en las bibliotecas y los releen constantemente en sus casas. Algunos me han enviado dibujos de sus propios monstruos, que hacen de los míos ositos de peluche. Todavía no he tenido noticia de ningún niño al que le haya asustado el libro.
Maurice SendakSendak es de la opinión de que los adultos tienden a “sentimentalizar la infancia”, sobreprotegiendo a los niños e intentando acomodar sus mentes a unos modelos absolutos con el fin de obtener “niños sanos, virtuosos, sabios y felices”. Gracias a la imaginación, a su propia e instantánea capacidad de evasión el niño puede enfrentar situaciones emocionales de su realidad.
Como anécdota, el escritor comenta que el origen del cuento nació de su propio entorno y del terror que sentía de niño por algunos parientes:
Venían de Europa y pasaban por casa para comer los fines de semana. Tres tíos y tres tías que apenas hablaban inglés. Te estrujaban la cara y pensaban que eso era un gesto cariñoso.
Ello unido a la escasa destreza culinaria de su madre y a las largas horas de espera lo llevaban a imaginar que en cualquier momento estos “monstruos” le pegarían un bocado a él o a sus hermanos.
‘Donde viven los monstruos’ es el primer libro de una trilogía completada por ‘La cocina de noche’ –que también levantó alguna que otra ampolla– y ‘Outside Over There’.
Más de cuarenta años después resulta evidente que el panorama de la literatura infantil y juvenil ha cambiado, adaptándose a los nuevos tiempos y sustituyendo los modelos de antaño por otros más acordes a nuestra realidad. Ya entrados en el siglo XXI, puede sorprendernos el carácter revolucionario con el que se dio a conocer ‘Donde viven los monstruos’, pero es indudable que continúa siendo un cuento para leer a nuestros hijos y, por qué no, para ayudarles a enfrentar sus miedos.
Para concluir, unas palabras de Sendak a propósito de sus críticos más lúcidos:
Ellos hacen las mejores críticas, son más sinceros y tienen cualidades de críticos profesionales; por supuesto, cualquiera las tiene, pero cuando a los niños les gusta tu libro, se convierte en: Me encanta tu libro, gracias, quiero casarme contigo cuando sea mayor, o en: Mi querido Sr. Sendak, odio su libro, espero que se muera pronto. Cordialmente…

EL ARTE DE CUIDAR



Domingo 18 de septiembre de 2011 
Historias de vida

La enfermería es una tarea imprescindible, que requiere una gran dedicación física y espiritual. Sin embargo, esta labor no tiene el reconocimiento que se merece. Cinco casos bien diferentes, unidos por la vocación de velar por los demás
Por Victoria Pérez Zabala  | Para LA NACION
Ellas van, recorriendo pasillos, con los guantes puestos y la medicación justa; van, de cama en cama y de sala en sala, midiendo temperaturas y signos vitales; unos pacientes sufren por dolor; otros, por soledad. Todos las necesitan, las llaman, les agradecen o les gritan; se quejan, lloran, comen o duermen; ellas, a un costado, acompañan.
Ellas van, para que los enfermos puedan vivir o morir mejor. Ellas van, corriendo, tras el sonido del timbre. Al llegar, pueden encontrar una queja o la muerte: todo puede pasar en el día a día de la enfermera.
Una frase se repite en cada uno de los profesionales entrevistados: el médico cura, la enfermera cuida. Son imprescindibles porque "sin ellas no existiría el hospital", admitió un médico de larga carrera.
Sin embargo, su noble labor no es reconocida socialmente ni con un sueldo que compense la dedicación física y espiritual que demanda. Todo deriva en una cifra que alarma: en la Argentina hay diez médicos por cada enfermero con título universitario. En la ciudad de Buenos Aires el número trepa a 19 médicos por cada enfermero.
La preocupante estadística, que se mantiene desde 2010, surge de un trabajo realizado por los investigadores del Centro de Implementación de Políticas Públicas (Cippec) Daniel Maceira y Cintia Cejas (gracias a un subsidio de la Organización Mundial de la Salud, el único otorgado a un equipo de América latina), que analizó nuestro sistema sanitario. El mismo estudio rescata que en países como Canadá o España, la relación es inversa: hay más de cinco y tres enfermeros por cada médico, respectivamente.
El resultado es un desequilibrio que se traduce en más trabajo, más pacientes repartidos sobre menos hombros por el mismo sueldo. "Siempre faltan enfermeros", concuerdan los expertos, y aseguran que es necesario incrementar la cantidad y revertir la tendencia vigente de un exceso de médicos por sobre las restantes profesiones de la salud.
LNR las escucha a ellas, casi siempre ensombrecidas por la figura del médico. A su vez, se incluye el testimonio de un hombre, joven estudiante de Enfermería, que da sus primeros pasos en una carrera históricamente femenina. Historias de vidas muy distintas, que se acercan a la misma meta: todos son profesionales en el arte de cuidar.

JOSEFINA WERNER
UN ANGEL PARA LOS CHICOS

A las 5.15 suena el despertador de Josefina Werner. En menos de dos horas deberá atravesar el contaminado centro de la ciudad de Buenos Aires para llegar al ambiente más aséptico del Hospital Garrahan: la Unidad de Trasplante de Médula Osea. Allí, las ventanas están selladas y el aire se purifica a través de filtros; hay un sistema de lavado de manos antes de ingresar y otro de doble puerta previo a pisar la sala esterilizada. Son siete las camas y tres las enfermeras por turno que atienden a los pacientes de hasta 18 años que ven en esta operación de altísimo riesgo la única opción de ganarle la pulseada a la muerte que amenaza desde distintas enfermedades, en la mayoría de los casos, cáncer.
Son pequeños a los que les espera una lucha gigante. Sufrirán un dolor agudo y persistente, ya que se los induce a un estado de cero defensas antes del trasplante y, también, vivirán algo desconocido: la aislación total. Serán días, semanas y meses de estar lejos de sus familias -sólo un pariente puede acompañarlos e ingresar a intervalos fijos-, de sus amigos de colegio, de todo el mundo exterior que simboliza un peligro para ellos.
Pero ahí, durante el mes o los seis meses que dure el tratamiento, estará ella. Josefina es muy delgada, ágil y sonriente; su pelo rubio y largo más sus ojos de un celeste transparente le infunden un aura angelical. Hoy no viste el uniforme reglamentario, sino una camisa blanca con flores cosidas y unos jeans. Mientras juega con la lengüeta de su sandalia, recostada en el sillón del living de su casa en La Horqueta, reflexiona: "A veces pienso en lo poco que se entiende nuestro trabajo. No es sólo preparar las pastillitas o dar una inyección. Son tantas cosas las que uno necesita al estar internado. Necesidades básicas de dolor, de higiene, de respirar, de miedo. El estado de enfermedad es muy real, muy honesto, muy profundo. No hay mucha careta cuando estás así".
Su trabajo en la Unidad de Trasplante es quizás uno de los más exigentes para una enfermera, porque no puede distraerse ni un segundo; hay hemorragias constantes y el paciente sin capas, como se lo llama por no tener defensas, en cierto momento del tratamiento necesita asistencia para todo: comer, tragar, ir al baño, hasta para respirar. Se los tiene como en una caja de cristal.
"Ahora tenemos a una chiquita que hace más de 130 días está encerrada -detalla Josefina, que tiene 30 años, pero aparenta muchos menos-. Soy la única conexión con el exterior. Trato de salir a correr y hacer actividades para llevar aire fresco al volver."
Al hablar mueve en círculos sus manos blancas y desnudas de anillos y pulseras. "Los chicos son muy dóciles si lográs que confíen en vos; son chiquitos, pero de alguna forma fueron obligados a crecer rápido por la enfermedad. Hay que hablarles con honestidad -destaca Werner, que hace más de cuatro años trabaja en la Unidad de Trasplante-. Los menores de 8 años no sufren tanto el aislamiento. Sí sufren no poder correr y jugar. Están todo el día durmiendo porque se sienten mal, muy mal. No pueden tragar, el tracto gastrointestinal se altera completamente con la quimioterapia y las bocas quedan llagadas, inflamadas."
Josefina ya era licenciada en Enfermería cuando su madre enfermó de cáncer de pleura. Durante todo un año ella fue quien le aplicó la morfina y la cuidó cada día al volver del hospital hasta el día de su muerte. "Trabajaba en el turno noche del Garrahan y después volvía a casa para atender a mamá. Estaba todo el día despierta. Le hice un tratamiento en casa. Quería estar cerca. Fue el privilegio más grande", dice con la voz quebrada y una sonrisa valiente, empañada por sus lágrimas.
"Siempre fui de querer cuidar; eso lo heredé de mi mamá. Esta carrera está cortada a mi medida. Me siento plena en esta profesión. Me encanta ir a trabajar. Vivo muerta, cansada, pero al mismo tiempo me encanta el trabajo", asegura la enfermera, recibida en la Universidad Austral, de delicados rasgos, que en pocas horas volverá a sus pacientes, pequeños y frágiles.

EDUARDO DUEÑAS
BENDITO TÚ ERES

"Hice más en un año de enfermerIa que en tres de medicina"
Al principio se lo contó como un chiste; quería ver su reacción. No iba a ser tan fácil que su padre aceptara el cambio de carrera: de Medicina a Enfermería. Eduardo Dueñas tiene 26 años y tuvo que soportar varios chistes y romper varios prejuicios hasta llegar a su vocación, la Enfermería. Primero, el de ser hombre en una carrera unida en el imaginario colectivo a la figura femenina; segundo, el de una profesión que no encuentra el reconocimiento que merece ni social ni monetariamente.
"No importa lo que digan los demás. Encontré una profesión con muchísimo valor, que está a la par de Medicina, Ingeniería y Abogacía. Y yo sé que se requiere de una persona muy fuerte y empática para estar genuinamente con personas enfermas que no son familiares. Al final del día todos son familiares", destaca Dueñas, mientras su novia de 21 años, Ayelén Corradi, también estudiante de Enfermería, lo mira con admiración.
Hoy, tanto su madre, abogada, como su padre, economista, observan su esfuerzo y comprenden un poco más el mundo de la enfermería a través del sacrificio y la entrega de su hijo.
"La gente cree que no requiere conocimientos y pensaban que para mí sería un trámite. La verdad es que Enfermería requiere de mucho estudio, porque no sirve de nada hacer los procedimientos si no sabés por qué o cuáles son las consecuencias de los mismos", expone Eduardo, desde su departamento del barrio de Caballito.
Vos estás para otra cosa. Para algo más. Sos más inteligente, le decían a Ayelén cuando se anotó en Enfermería, luego de abandonar Medicina. Ella estaba en el Ciclo Básico Común (CBC) cuando se pasó a Enfermería; en cambio, Eduardo ya había cursado tres años para convertirse en médico en la Universidad Favaloro.
"Noté un gran cambio cuando empecé a estudiar Enfermería; más que nada en la gente. Acá todos tienen historias, en Medicina no es así. Aprendí a manejarme con las personas. Hice más en este año de enfermería que en los tres de medicina", compara Eduardo, que cursa el segundo año de la carrera, donde además de estudiar la teoría, a los pocos días de comenzar, estaba cuidando a pacientes del Hospital Británico.
Sus miradas se encontraron en el segundo día de clases y al poco tiempo ya estaban de novios. Vistos de cerca, parecen hermanos. Tanto la manera de hablar como los gestos y el tono de voz compasivo que adoptan cuando nombran algún paciente son similares, casi idénticos. "Somos iguales. Al toque hubo esa conexión. Somos artistas: él es músico y yo, pinto", define Ayelén.
"Bañar a alguien es algo muy poderoso", describe el estudiante de Enfermería que guarda en su memoria bien fresco el recuerdo del primer baño que tuvo que dar. Era una mujer inmóvil de unos 89 años, que se disculpaba constantemente por necesitar esos cuidados. "Estaba lúcida. Le lavé los ojos muy despacio. Era la primera paciente y estaba nervioso. Al otro día cuando pasé por su cama ya no estaba, se había muerto", se lamenta Eduardo, y agrega que lo más difícil de su profesión es no involucrarse tanto.
"Yo había atendido a un paciente por un tiempo. Después se lo pasaron a él y se le murió -cuenta Ayelén y se queda pensativa. Se detiene en eso de decir se le murió-. Es como que es propio, ¿no? Y eso no está bien."
Desde un cómodo sofá, Eduardo analiza por qué no hay más jóvenes estudiando Enfermería: "No les gusta la idea de recoger materia fecal, orina y bañar a un paciente. Se creen que es sólo eso. No es así. Además, no está bien pago ni bien visto socialmente."

DOREEN FLORENCE DOVER
UN SÍMBOLO DE LA PROFESIÓN

"Hasta los azulejos temblaban cuando pasaba", recuerda una de las enfermeras que trabajó bajo la mirada siempre alerta de Doreen Florence Dover, la directora de Enfermería del Hospital Británico durante 29 años. Y Doreen pasaba todos los días. "Me tenían, debo admitirlo, mucho respeto. Nunca llegué cinco minutos tarde al trabajo", dice Doreen, que fue condecorada en 1994 por la corona británica por sus años de ejercicio profesional en beneficio de la comunidad.
Su recorrido por las 235 camas del hospital duraba alrededor de cuatro horas, porque se detenía en cada paciente para hacerle la misma pregunta: ¿Cómo se siente hoy? "Hablaba con cada uno de ellos para escuchar sus historias y también sus quejas", comenta la enfermera jubilada, en su elegante departamento en Olivos. Luce una camisa de seda escocesa con los puños y el cuello blancos y una pollera azul que le llega hasta sus finos tobillos. Aún hoy, cerca de cumplir 80 y retirada de sus funciones desde hace una década, sigue ayudando a la comunidad a partir de diferentes actividades, como la venta de galletas, de ropa y muebles para recaudar dinero.
Su padre, un químico destacado, partió de Inglaterra y se instaló en Santa Elena, Entre Ríos, contratado por el frigorífico Establecimientos Argentinos de Bovril. Allí, en una elegante casa, donde se respiraba el aire de una campiña británica, pasó una infancia feliz junto a su hermana gemela Margaret.
La decisión de convertirse en enfermera llegó de repente. Hoy no recuerda la razón exacta. En aquel entonces, 1950, no era tan extraño que una señorita de clase media alta demostrara semejante inclinación. "Había chicas del sur, hijas de galeses. Eramos todas de habla inglesa. Con el paso del tiempo, esa exigencia se fue perdiendo porque no venían enfermeras a postularse", se lamenta Doreen que inició sus estudios en la escuela de enfermería del Hospital Británico, una de las más antiguas del país y que sigue los lineamientos de la mítica Florence Nightingale.
"Mañana estás en casa", le dijo su madre en tono desafiante cuando vio el cuarto en donde la adolescente Doreen iba a dormir en sus próximos años de estudio. "Pero no fue así para nada", dice, y busca su objeto más preciado: una impoluta cofia blanca de organza, que despide olor a naftalina, pero que despierta en su memoria el consejo que le dieron al mismo tiempo que esa simbólica cofia. Nunca cierres la puerta de tu despacho, así siempre irán a confiarte sus problemas, le recomendó su precursora. "Y así fue -destaca-, la puerta de mi despacho siempre estuvo abierta para quien quisiera cruzarla."
En su época como directora lo conoció al príncipe Carlos. "Vino de visita al hospital y tomó el té con diez enfermeras de habla inglesa. Después, lo lleve a la sala a hablar con un paciente", recuerda.
Para esta mujer de 79 años, considerada en el Hospital Británico como todo un símbolo de la profesión, lo imprescindible en una persona que está por convertirse en enfermera es la honestidad. "Es lo más importante, porque una está manejando medicamentos. Si uno dice que dio una inyección y no la dio... También tiene que ser confidente. A veces escuchaba a las chicas hablar en colectivos de los pacientes y no se debe hacer eso. No son temas para hablar en un té", aconseja Doreen, a quien le cuesta aceptar los cambios que se van dando con el paso del tiempo dentro del hospital, como la simplificación del uniforme de la enfermera. "Ahora, la matron (la directora de enfermeras) no usa cofia. Es administrativa. Una lástima. Me acuerdo de los médicos ingleses que venían y me decían nunca cambien el uniforme. A mí me parecía muy digno", defiende Doreen, con la vista fija en la foto que la retrata uniformada en azul marino y blanco en sus años de líder.
Casi medio siglo, 48 años, vivió entre las paredes del Hospital Británico, en la Casa de las Enfermeras junto con sus colegas. Recién la abandonó cuando se casó, al cumplir 40. Su marido, que falleció hace pocos años, le había sugerido que dejara de trabajar, pero ella permaneció en su puesto hasta los 68. "Es tan lindo ayudar al prójimo. Siempre lo digo, porque la gente a veces se puede olvidar."

NORA SALDIVIA Y GLADYS DEL VALLE
AMIGAS EN EMERGENCIAS

"Sentimos la sirena"
Sentadas frente a frente en una atestada pizzería de Vicente López de acústica agresiva, Nora Saldivia y Gladys del Valle no necesitan elevar la voz para entenderse. Luego de casi veinte años de trabajar codo a codo en el Hospital Municipal Houssay, dentro de las paredes blancas de la guardia de emergencias donde la vida o la muerte se decide en segundos, aprendieron que a veces las palabras sobran y los gestos salvan.
"Era mirarnos y saber", asegura Gladys, de 48 años, con voz suave y ronca, mientras exhala el humo de su cigarrillo. La mamá de Gladys no llegó a terminar el tercer grado y trabajaba de mucama; ella también lo hizo durante un tiempo en un psiquiátrico, pero ahí se dio cuenta de que quería más de la vida; quería perseguir el sueño y ponerse el uniforme que imaginaba cuando era chica: el de enfermera. "A los 8 años ya lo sabía. En mi colegio era la encargada del botiquín, con el brazalete que tenía dibujado la cruz roja", recuerda.
Su amiga o su hermana mayor, como la llama Gladys, es Nora, de 54 años. Nora también comenzó trabajando como mucama en un hospital; limpiar tubos, fregar los pisos y hacer las camas era su rutina hasta que levantó la mirada y empezó a observar a las mujeres de uniforme que cuidaban a los enfermos y quiso ser como ellas.
En la escuela de la Cruz Roja les enseñaron el ejercicio de la enfermería; en la guardia del hospital Vicente López lo aprendieron.
"Te llega todo en crudo, tal cual lo levantan de la calle, del agua, debajo de un auto, quemado, caído de altura o de un accidente de moto sin casco. Llegan las peleas entre barras que a veces la siguen en el hospital o también entre personas alcoholizadas que de tanto tomar no se reconocen entre sí", enumera Nora.
Fue allí que comenzaron a sentir la sirena. "La adrenalina de la guardia es lo que hace que después de todo un día termines hecha bolsa y al siguiente vuelvas con energía", explica Nora. "Lo que te da la emergencia no te lo da nada ni nadie", la interrumpe Gladys.
Llevan el pelo rubio, al borde del platinado, y se tratan con una familiaridad de las que se adquiere con los años. Poseen un humor que no nace sólo de la confianza; tiene que ver con su manera de lidiar con la enfermedad y la muerte. "Tenemos un sentido del humor muy especial, muy negro; es por estar tanto tiempo codeándote con la muerte, se da como un bloqueo. Es entre nosotras; no nos reímos de un tercero", aclara Gladys.
Las anécdotas y los casos que suman en sus 18 años de trabajo en conjunto son muchos. La chica que se colgó porque la mamá le decía gorda; la mujer que se tiró debajo del tren porque su marido la engañaba y perdió un brazo y una pierna en las vías; el paciente que se paseaba desnudo por el buffet. Están las curiosas, hasta cómicas, y las que ensombrecen su cara de golpe y por largo rato, como cuando tuvieron que atender a un compañero suyo que llegó a la guardia junto a la persona que le había disparado. "Por ejemplo, ante un chico que llega quemado tengo que bloquearme. No puedo pensar que es una criatura. En ese momento, no puedo pensar. Lo dejo para después", insiste Gladys.
"Somos la segunda promoción de enfermeras legistas de la Argentina", informa Gladys, y explica que esta especialización les permite actuar como peritos en los juicios en que se debe dilucidar si el enfermero procedió dentro de los límites legales del ejercicio de su profesión.
"No ejercemos, pero nos permite aconsejar a compañeros. Muchos pierden sus matrículas por hacer más de lo que pueden. Hay un enfermero del Pirovano que perdió la matrícula y su casa. Llegó un paciente con un paro cardíaco en la madrugada. El médico estaba durmiendo, como siempre. El que te dice que el médico no duerme a la noche te miente. Entonces, él lo intubó, cosa que nosotras sabemos pero no debemos hacer, y se murió. Hubiera fallecido de cualquier manera, pero la familia le inició juicio. Se corta el hilo por lo más fino", se explaya Gladys.
Otro de los fantasmas que acechan la legalidad de la vida hospitalaria es la adicción a los fármacos de los trabajadores de la salud. "Y sí, existe" -confirma Nora-. Ni se te ocurra preguntar porque lo van a negar. Algunos se arrodillan para pedirte por favor un diazepam, lo necesito."
Según Gladys, que asiente ante cada palabra de su compañera: "Te das cuenta por las actitudes; te roban medicación. Un día te falta una morfina; al otro día te vuelve a faltar. De repente, cuando se ausenta un enfermero no te falta nada. Ahí sabés que es él", resuelve Gladys, que en una oportunidad tuvo que hablar con las autoridades porque las miraban a ellas como sospechosas. En esa oportunidad también fueron juntas a enfrentar el problema.
Hace más de un año, Gladys se despidió de la guardia y de su compañera. Ahora trabaja en el Sanatorio Anchorena. "Extraño sentir la sirena", le dice a Nora, que la mira y la entiende al instante.

CANDELARIA LANUSSE
ENTREGA SIN FRONTERAS

El primer día se sintió una hormiga blanca. Era el año 2004 y acababa de aterrizar en Calcuta donde, respondiendo a una corazonada, se ofreció como voluntaria. Se encontró en una ciudad enloquecida, un enjambre de gente que la miraba y la señalaba. Agobiada por el calor y la pérdida de su equipaje en el vuelo, a Candelaria Lanusse la recorrió un escalofrío que no llegó a convertirse en pánico y que en sólo tres meses se transformó en la certeza de una nueva vida.
"Se convierte en un vicio hacer algo en lo que te sentís útil; algo que valga la pena", dice la enfermera, de 33 años, recibida en la Universidad Austral, que acaba de regresar de Níger, uno de los países más pobres del mundo, donde atendió una emergencia de malaria como parte de un proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF), donde trabaja desde 2006.
Desde chica, la impresionaba la sangre. El test vocacional la situó en Abogacía, aunque ella estudió durante tres años Psicopedagogía. No era nada fácil prever que llegaría a ser una apasionada enfermera sin fronteras. De una epidemia de cólera en Zimbabwe a otra en Zambia, de una crisis nutricional en República Centroafricana u otra en Yemen, de un brote de meningitis en Níger a uno de malaria. La malnutrición infantil es la problemática que más la atrae.
"Son proyectos duros y, a la vez, increíbles. Se dan, por ejemplo, si el año anterior hubo una cosecha muy mala por la sequía, y se le suma el lapso que en muchos países africanos se llama período de hambre. En ese momento es aún más difícil conseguir comida. Pasó cuando fuimos a Etiopía. Fue poner un pie ahí y no dudarlo: nos quedamos", resume.
Al llegar, lo principal es medir la malnutrición en los chicos, que puede ser de dos tipos: el marásmico, que es el flaquito de piel y huesos, y el que en vez de perder peso desarrolla edemas y se hincha como un globo. "En este caso, empieza en los pies y va subiendo. Si no los tratás bien, es una bombita de tiempo. Los ves y parecen gorditos, pero es pura agua", describe.
El día que se levantó el primer centro de salud se internaron 180 pacientes, todos malnutridos severos con complicaciones, a quienes se les daba leche cada tres horas y, luego, cuando evolucionaban, pasta de maní. "Era muy raro, porque estábamos atendiendo a chicos malnutridos rodeados de cultivos que crecían verdes y altos. Es una zona muy fértil, pero eso sólo se cosechaba al año siguiente", advierte.
Su primer desafío dentro de MSF llegó con el primer destino en una zona caliente: República Centroafricana. El conflicto bélico en el norte entre grupos rebeldes y oficiales dificultaba el acceso a los centros de salud para la población. "El objetivo era darle acceso a la salud a las víctimas del conflicto y a los que no tenían nada que ver; atendíamos a todos sin importar de qué bando eran. Pusimos clínicas móviles para las personas que estaban alejadas", destaca Lanusse, mientras se acomoda en la silla de un bar de San Isidro, donde creció y sigue volviendo para visitar a su familia.
Levantar una tienda gigante y blanca donde antes había polvo o selva a modo de centro de atención de cólera, improvisar una clínica con carpas y lonas de plástico para controlar la malaria, palpar las crisis, epidemias, emergencias, los brotes, hacerle frente a la subnutrición, al desastre en los rincones olvidados del mundo. Esa es la tarea del enfermero expatriado. "Nuestro rol es importante, pero no existe sin el del enfermero nacional. El expatriado tiene experiencia y capacidad de gestión, pero nosotros seremos cinco que llegan y ellos cientos. Ellos hacen el trabajo duro", elogia Lanusse, que trabajó en la Unidad de Emergencia, el grupo de personas que está todo el tiempo a la espera de una llamada para salir disparados, cuando sea necesario, hacia remotos destinos.
La humildad es palpable en cada una de sus palabras. Una cualidad aprendida quizás en su larga estadía junto a las Misioneras de la Caridad en Calcuta, donde comenzó fregando pisos hasta que la monja que estaba a cargo la fue conociendo más y le encomendó tareas más específicas, propias de una enfermera.
"Mucha gente me pregunta por qué no lo hago acá, en la Argentina. A mí me gusta el tipo de trabajo de emergencia que se hace en MSF y, como me encanta viajar, siento que combino ambas cosas. Para irme al interior tengo toda la vida; para hacer esto, no.".