BUBONIS

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domingo, 6 de febrero de 2011

EL NACIMIENTO DE VENUS

LA NACIÓN, Revista, domingo 06.02.2011

Grandes obras de arte

Con el viento y las olas
El nacimiento de Venus. Alessandro Botticelli

No hay noticia de El nacimiento de Venus antes de 1550, año en que lo describió Vasari. La pintura se hallaba entonces en la villa de los Médici en Castello, en las afueras de Florencia. Los Médici fueron coleccionistas y mecenas activos entre finales del siglo XV y principios del XVI, y El nacimiento de Venus pudo ser tanto una adquisición posterior como un encargo contemporáneo. Si no para un Médici, probablemente fue pintado para alguien de su círculo, y casi con seguridad para celebrar una boda.


Algunos críticos del pasado supusieron que El nacimiento de Venus era compañero de La primavera, también de Botticelli. Las dos pinturas son las primeras representaciones a gran escala de divinidades mitológicas que se conocen en el arte italiano, si se excluyen ejemplos de virtud heroica, como Hércules, y es natural que se hayan asociado. Son de tamaño similar, aunque no idéntico, y si bien La primavera es sobre todo una evocación alegórica de la estación que le da nombre, su protagonista es Venus, por lo que resulta plausible que acompañara a una representación de su nacimiento. No obstante, varios datos pesan en contra del emparejamiento: La primavera suele datarse hacia 1478, y El nacimiento de Venus, hasta una década más tarde; la primera está pintada sobre tabla y la segunda, sobre lienzo, y los principios de su respectivo diseño y complemento de formas y texturas son muy distintos.

El tema de El nacimiento de Venus, frecuente en el arte antiguo y muy raro en el medieval, está también presente en la literatura renacentista. Sin embargo, el tratamiento de Botticelli es totalmente nuevo y demuestra una poderosa inteligencia visual. Las dimensiones del cuadro exigían amplitud y claridad, y la flexibilidad del soporte, un tratamiento generoso. La gran simplicidad que Botticelli había desarrollado en sus grandes pinturas murales de la Capilla Sixtina, en 1483, la aplica a un encargo privado y secular. La tonalidad clara y la superficie seca del temple recuerdan al fresco en la textura, y los minuciosos y elaborados detalles de La primavera dejan paso a formas sencillas y estilizadas: las repetidas formas de las olas, la vegetación plana y los brillos dorados. El dibujo y su negación de la perspectiva, de la mano de uno de los perspectivistas más dinámicos de la época, son prueba de un riguroso control de los recursos. La escena se presenta frontalmente, como a través de un teleobjetivo que comprime el espacio y detiene la acción en un instante icónico, una técnica explotada por legiones de fotógrafos de moda y cineastas.

El nacimiento de Venus es magia teatral: a la izquierda, la silueta conjunta de Céfiro y Cloris semeja un dosel anudado, y el manto receptor de la derecha, un telón descorrido para revelar la hermosura de Venus. Más pálida aún que el fondo ya pálido, la Venus de Botticelli flota ante un cielo que parece éter condensado más que transparente. Los contornos de la diosa están ligeramente sombreados para que destaque sobre el cielo, y el interior de su cuerpo, aclarado y sutilmente modelado para acercarlo al espectador. En la técnica de campos de color hay una especie de fecundación cruzada entre colores cálidos y fríos que proyecta el fresco cuerpo de Venus hacia la calidez del manto y el follaje.

Al tratarse de una escena mitológica, Botticelli bebió en las fuentes de la escultura clásica. Asimismo, estas referencias se inscriben en un esquema -y un tema- inspirado en la imaginería religiosa. Es bien sabido que la estructura compositiva transpone un Bautismo, con Venus -como Cristo- en el centro, la ninfa que la recibe en el lugar del Bautista, y Céfiro y Cloris como testigos angélicos. Sin embargo, este esquema es mucho más que un andamiaje formal, pues transmuta sutilmente el significado del bautismo de espiritual en erótico. Encantadora por su combinación de belleza y frescura, la diosa desvía con timidez la mirada, sin ser aún consciente de su poder. Venus personifica y expresa la belleza física y la modestia, y si por el momento reina la inocencia, el amor físico es inmanente, y quizás inminente: el cuadro podría ser una visión del novio en su noche de bodas. Ningún pintor posterior logró tal equilibrio entre erotismo e inocencia hasta Burne-Jones, un artista obsesionado con la obra de Botticelli.

Decada de 1480 Temple sobre lienzo 172,5 x 278,5 cm
Galleria degli Uffizi, Florencia

Por Paul Joannides


         

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